viernes, 6 de febrero de 2009

Esplendor geométrico: Ritmo y Compás, Madrid, 16-I-09

¡Se acabaron los exámenes de febrero! ¡Se acabaron las clases a las 8:30 de la mañana! Celebración: la primera borrachera en año y medio, tras otra de las sesiones de nuestro peculiar seminario sobre cine (¿estarás el 18 de febrero?). Y, por qué no, tu cómic recién llegado hace unos minutos. Llevo con este texto miserable a cuestas desde el 17 de enero, y ya de hoy no pasa. No todo va a ser verse todas las secuelas de Viernes 13 y masturbarse pensando que algún día una tercera mano amable nos hará ese comprometedor favor… Amos, digo yo… Tengo que comenzar a preparar mi sesión de dentro de dos semanas, así que acabo ya esto o me veo posteando en agosto. Al grano, pues.


Como sabes, fui al concierto que Esplendor Geométrico dieron en Madrid el 16 del mes pasado. Esta foto la saqué allí. No es muy buena pero en fin, representará bien dos cosas: la precariedad de mi cámara y la de Arturo Lanz, el miembro de Esplendor retratado aquí. La que tenía encima el tío. Se tiraba al público, nos empujaba, se quedaba parado justo al borde del escenario, al principio mirando curioso y desafiante y luego, progresivamente, más y más sonado, con cara de “menuda llevo”. Agarraba la mesa y la zarandeaba y los cables se caían al suelo y algún ayudante o el propio Saverio Evangelista tenían que volver a colocarlos. ¿Quién dijo que es patético ser punk a los 40?


Público entregado, supongo, todos apretados, para moverse había que molestar. Los altos, como siempre, delante (o, mejor dicho: enfrente). Un tío bailando, mano palante, mano patrás, con un cigarrillo entre los dedos, y Rubén, que es educado pero sobre todo cobarde, acojonado con la mano frente a la cara (y que me mola ver bailar, hombre, eso también, me daba cosa cortarle el rollo al chico). A los teloneros, Scum and bones, excelentes por cierto, no se les respetó nada, todo el mundo hablando. Había un gallego imbécil detrás de mí que parecía estar compitiendo contra el volumen de los músicos. La maldad de la gente no es un enigma; la estupidez, sí. Julián Hernández entre el público. Una guapa chica de filología encargada de venta de discos, camisetas, chapas, etc. Discos baratos, por cierto. Me pillé, como supondrás, una camiseta, y con la música opté por lo desconocido: un doble (pero a 10 euros, eh) de Most Significant Beat, muy buenos. Me llevé una decepción al ver que era un recopilatorio, pero la verdad es que la mitad del material es inédito. Y el diseño es bonito bonito… Pero vamos a lo que importa.


Pongamos que estos dos tipos, en directo, son una buena representación de lo que pasa en la música de Esplendor geométrico. Saverio Evangelista es un tipo frío en escena, concentrado en ponerlo todo en marcha y que vaya bien, y Arturo Lanz una bestia parda, de esos que están tan metidos en la energía del momento que podrían llevársela por delante en cualquier instante (es, al menos, la impresión que me dio). Y así son Esplendor. Casi siempre (Compuesto de hierro, por ejemplo, es muy tranquilo) a un paso del ruidismo pero sin llegar, por ejemplo en Principio, primer corte de su último cd, 8 traks & live, no hay apenas caja de ritmos, solo ruido, agudo, metálico y chirriante, pero en él se generan patrones rítmicos que de algún modo sujetan el caos. Una voz tira hacia la geometría, otra hacia el esplendor. Hay siempre una violencia contenida en esta música, que incluso cuando es claramente violenta siempre está claro que podría serlo más. En cualquier caso, suele ser el ritmo aquí el que genera el ruido, como un efecto secundario, como una estela, como un parásito o incluso como un contrincante. Pero gana siempre lo geométrico, lo frío: pasara lo que pasara, ahí estaba Saverio, el Evangelista, para mantener el orden y que el concierto continuase. Esplendor de lo geométrico: cuando la forma no elimina o segrega lo informe sino que le da un marco para ejercer su oxidación en el mundo. Y no hablamos de hipocresía democrática: esto es música, se trata de formas distintas y, además, en este caso ese marco dado implica la posibilidad de hacer esta oxidación sensible, que es de lo que se trata aquí: hacer que algo nuevo emerja en la dimensión de lo audible.


C´est tout, ya habrá tiempo para más. Otro día haré yo la semblanza de mi adolescencia, cuando me toque hablar de Mr. Bungle, Infectious Grooves o Primus (además, que esto de hablar de la frialdad y la geometría me ha hecho pensar en Scorn, común amor nuestro con el cual empero solo tú has podido solazarte “en vivo”). Eso sí: si tuviese que volver a esa época, yo me integraba como tú fijo, a bailar bacalao como un loco y aprovecharme de las adolescentes borrachas como un buen adolescente borracho en un mundo borracho (o a que ellas se aprovechen de mí, que total da igual, en las dos mesas se come lo mismo). Me estoy dando cuenta de que la madurez consiste en aprender que para follar hay que convertirse principalmente en un cínico. Qué le vamos a hacer, si no nos gusta ser irónicos…



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha sido muy grato perderme por su blog, muchas gracias por estos momentos que he pasado leyendo su blog.
Un abrazo afectuoso.